Aquí termino, es esta oda,
Valparaíso,
tan pequeña como una camiseta desvalida,
colgando en tus ventanas harapientas
meciéndose en el viento del océano,
impregnándose de todos los dolores de tu suelo,
recibiendo el rocío de los mares, el beso
del ancho mar colérico
que con toda su fuerza
golpeándose en tu piedra
no pudo derribarte,
porque en tu pecho austral
están tatuadas la lucha,
la esperanza,
la solidaridad
y la alegría
como anclas
que resisten
las olas de la tierra.
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